RELEED #1 / 15

El problema del género en el libro álbum

Betina Cositorto

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Resumen

Los modos tradicionales de abordar los géneros de ficción son interpelados con el surgimiento del libro álbum. A partir de Proposiciones sobre el género (Steimberg, 1993), dialogamos con algunas de las producciones discursivas que tematizan el libro álbum, con el objetivo de problematizar su pertenencia a un nuevo género editorial.

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Palabras clave: libro álbum, géneros editoriales, ficción

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Notas sobre el surgimiento del libro álbum

Si bien no hemos encontrado investigaciones historiográficas sobe la edición de libros para niños en la Argentina, se considera que el primer libro álbum argentino fue La línea, un relato gráfico —que no fue creado para niños— acerca de la relación del hombre con la historia, escrito por Beatriz Doumerc e ilustrado por su esposo Ayax Barnes.[1] Luego de este antecedente, pasaron muchos años, para que se retome y consolide la edición de libros álbum. Como correlato de la crisis del 2001, surgen nuevas y pequeñas editoriales que apostaron a la publicación de libros poco frecuentes para el público infantil, muy cuidados y de alta calidad en su edición, como señala Raquel Franco[2] “Fueron proyectos editoriales “sin lector”; proyectos “a la búsqueda o la creación de su lector”, y eso también es un acto político.” Estos libros no tenían aún un lugar en el mercado. Sin embargo, fueron muy bien aceptados, sobre todo por los adultos. Tanto por los que gustaban del cuidado estético del objeto y los amantes de la ilustración, como por los denominados mediadores: docentes, narradores y bibliotecarios, que articulan la transmisión de la literatura y se constituyen en referentes entre los libros y los niños. A partir de su circulación comienza a reconocerse un público que disfruta y valora su aparición.

En el mercado, local e internacional, el segmento de libros infantiles se convirtió en el de mayor crecimiento desde la última década. La prensa escrita da cuenta de estos cambios:

Súper ilustrados, audaces en sus temas y tratamientos, diversos en sus formatos, los libros para chicos y jóvenes marcan la vanguardia del mercado editorial argentino. El crecimiento es indudable: en los últimos años, la mesa de los libros infantiles se ha ganado un lugar de privilegio en las librerías e incluso se han multiplicado las librerías especializadas en libros para chicos. Detrás de estas vidrieras, crece el auge de las editoriales especialmente dedicadas a lectores de corta edad. Y también los estudios académicos -posgrados y especializaciones- enfocan su mirada crítica hacia las producciones y posibilidades de la literatura infantil y juvenil, el sector que más crece en volumen de ventas.[3](Baby, 2017)

Esta situación invita a reflexionar sobre las causas que sostienen el crecimiento de la oferta de libros infantiles. Como titula la nota de La Nación Por qué la literatura infantil es el sector más creativo (y vendedor) del mercado editorial.[4] La publicación de los libros álbum –con su impronta de cruce indisoluble entre el lenguaje gráfico y el textual– ha contribuido al posicionamiento del sector infantil en la Argentina y en el mundo.

Con relación a su surgimiento en la escena europea, en su reconocido blog Donde viven los monstruos destinado al libro álbum, el español Román Belmonte (2018) reseña:

Aunque el álbum es un invento anglosajón, son los franceses los que más han diversificado este producto dándole una vuelta de tuerca y potenciando el llamado álbum contemporáneo (…) No hay que dudarlo, el mercado francés reinventa el género a través de enriquecer una y otra vez (a mi juicio) dos premisas básicas: apostar por las artes gráficas y potenciar el objeto libro desde sus más variadas perspectivas. Las artes gráficas en general y la ilustración en particular, cuentan con una larga tradición en Francia y otras zonas francoparlantes, que continua en estos días gracias a un amplio mercado editorial, no sólo del libro-álbum, sino del cómic y la novela gráfica.[5]

Tanto en Europa como en Argentina se encuentran antecedentes que son retomados con fuerza desde el nuevo milenio.

Fue en Salamanca, en 1997, en un acto de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. “Allí unos cuantos editores acuñamos el término álbum ilustrado”, recuerda el editor Samuel Alonso. También entonces certificamos la defunción de la ilustración en España. Los noventa habían sido años muy duros en ventas, pensábamos que el negocio no tenía futuro.[6] (Morla, 2015)

El desempeño, la circulación e inclusión en el campo editorial, nos invita a considerar el libro álbum como género, que evidencia su estabilidad y recurrencia histórica como objeto de la cultura, discriminable en su medio, soporte y dispositivo. Se evidencian también, en las discusiones y los análisis críticos que lo rodean, un conjunto de fenómenos meta-discursivos que le otorgan “vida” al género.

Elegimos, algunos de los análisis realizados por la crítica, para continuar con la reflexión sobre el género.

Notas sobre las características y los discursos con relación al libro álbum

Desde la aparición del libro álbum, una de las características que evidenció el campo editorial, fue la resignificación de la figura del autor. En la Argentina, han sido precursores del libro álbum los ilustradores Istvan[7] y Diego Bianki que, convertidos en editores, impulsaron la edición de sus libros bajo la figura del autor integral –aquel que integra las artes de ilustrar y narrar, con o sin palabras–. El ilustrador se impone en su reconocimiento como autor,[8]firma contrato y percibe regalías por los derechos de sus obras, se desplaza del tradicional lugar de servicio, de colaborador en la edición, como el diseñador gráfico[9] o el corrector de estilo. Esta condición de autor integral, o bien, la construcción autoral en común del autor y del ilustrador, es un condición clave en la producción discursiva del libro álbum; conforma una de las características centrales que lo singularizan y posibilita la integración de lenguajes que propicia su polisemia. Como señala Ellin Greene, que retoma, entre otros, a Maurice Sendak, reconocido autor de libros álbum y ganador, en varias oportunidades del premio Randolph Caldecott.[10]

Antes de Caldecott, la costumbre en cuanto a ilustraciones de libros infantiles, era representar los hechos del relato literalmente o añadir decoraciones bonitas. Caldecott interpretó al texto, añadiendo lementos nuevos al cuento (…) hay una yuxtaposición de palabras e imágenes (…) es la invención del libro-álbum.[11]

A partir de la integración de los lenguajes, al decir de Cecilia Bajour (2017) “todas las maneras de rotular este encuentro Inter semiótico no alcanzan para dar cuenta de la gran diversidad de relaciones entre palabra e imagen que es posible encontrar y crear en los libros-álbum”.

Existen diversos análisis sobre los juegos intertextuales que se posibilitan en el diálogo entre imagen y texto. Algunos autores han intentado sistematizarlos, distinguen por ejemplo entre juegos de oposición, ironía, simetría, selección, acuerdo, extensión, contradicción, expansión o proyección. Un gran número de textos críticos sobre los libros álbum han tratado de brindar herramientas para la lectura de las relaciones entre texto e imagen. Relación que pone de manifiesto la lectura activa a la que convoca, propone una mirada atenta y singular e invita a una conversación desde lo textual y lo icónico. Teresa Durán (2000) destaca que:

El álbum es heterodoxo, no sólo por lo que dice, sino sobre todo por cómo lo dice, y también por quien lo dice y para quien lo dice. Puesto que el álbum rompe inercias, tanto en la práctica editora como en la práctica lectora, ya que no siempre se puede precisar, cuando está entre tus manos, qué fue primero, si el huevo o la gallina, si el texto o la imagen, si la idea o el libro resultante, si se destina a un lector infantil o adulto…[12]

Según señala Valeria Sardi (2013) “interpela a un lector que lee la trama de ilustraciones y de textos como un palimpsesto en el que la imagen y la palabra se yuxtaponen, dialogan, se sobreimprimen para crear múltiples flujos de sentidos posibles.”

Raquel Franco (2015), define

El libro álbum en un sentido amplio, como aquel en el que la imagen resulta fuertemente constructiva del sentido, y que ha resultado particularmente interesante y rico para tratar temas no narrativos. ¿Por qué? Porque el mismo género le impone un límite al desarrollo de lo verbal. Y lo cierto es que representar, es decir construir una realidad verosímil con capacidad de evocación y de proyección en el universo del otro, requiere de la relativa abstracción del lenguaje verbal. Y cuando este rasgo de representación se deja solo a la imagen, vaciando de profundidad o de capacidad de predicación al lenguaje verbal, no sucede lo mismo, no se produce el mismo efecto.[13]

El relato visual cobra una importancia significativa en la contemporaneidad, a partir de la profusión de imágenes que nos ofrece los múltiples medios de la cultura, así como por la posibilidad que otorga como recurso narrativo en los niños pequeños, que manejan un universo lingüístico acotado. Podemos inferir el libro álbum como un heredero del libro ilustrado, en el que los lenguajes lingüísticos y visuales se conjugan para la construcción de un discurso compartido. Discurso, que invita a disfrutar de las imágenes y de las palabras, como un rasgo de contemporaneidad. Román Belmonte (2016) refiere a las transformaciones de la cultura audiovisual, desde la era industrial a la digital, que ofrece nuevas alfabetizaciones visuales

(…) que hemos alcanzado gracias a los lenguajes posmodernos, esos simultáneos y fragmentados en los que nos encontramos sumergidos por culpa del cine y su plasticidad, la televisión, el dibujo animado y los videojuegos. Las imágenes, además de ser polisémicas, icónicas y metafóricas, están supeditadas a contextos amplios en los que paratextos e hipertextos hablan por sí solos y dejan al lector experimentar más allá de la doble página. La lectura de un libro-álbum es una lectura enriquecida puesto que utilizamos para ello signos verbales, plásticos e icónicos y, sobre todo, diferente a la que conocemos de manera clásica: no leemos literatura, leemos otra cosa.[14]

En la construcción del libro álbum, en relación con los rasgos retóricos, a las características señaladas desde los lenguajes visuales, se le suman todos los elementos formales del libro. Así, sus guardas, índices, tapas, formato y sentido de lectura —del derecho, del revés, apaisado, vertical, de simple o doble página— conforman su materialidad significante, alejándose de los criterios clásicos para la edición de libros. Estos criterios han mantenido una regularidad en los paratextos y formatos, que han estado bajo la atenta mirada del editor, sin injerencia del autor. Un ejemplo de esta característica es que no se encuentran en el mercado colecciones de libros álbum que necesariamente posean el mismo formato, las mismas tapas o cantidad de páginas; como es habitual en las colecciones editoriales. En el libro álbum la edición es intervenida desde los roles de autores, ilustradores, diseñadores y editores, creando un objeto que se configura en su totalidad.

Díaz Armas considera la dimensión del lector activo, de la mano de la construcción de sentido que propicia esta singular edición, cuando refiere a los paratextos y los desbordamientos narrativos, en el contrato de lectura de los libros álbum.

Son variados los motivos que explican que muchos de los álbumes que hoy se publican hayan consagrado una forma de leer, en la que lo que hoy llamamos paratextos (título, ilustraciones, estructura en capítulos, información de cubierta y contracubierta) desempeñan un papel crucial.[15]

Para concluir con la consideración de “nuevo género mixto en el que la palabra e imagen conviven reforzándose, complementándose y aun contradiciéndose.[16] (Diaz Armas: 39)

En los textos críticos sobre el libro álbum encontramos recurrencias en los enfoques que lo caracterizan como género híbrido, mezcla de imágenes, géneros y discursos. Teresa Colomer (1999), enmarca el surgimiento de estos álbumes meta ficcionales en la cultura postlinguística y señala determinadas características: la indeterminación —sustituye lo real por lo posible—, la fragmentación, la descanonización, la ironía, la hibridación, el pastiche, la parodia y la participación activa del lector en la búsqueda de sentido.

(…) han sido las obras que han incorporado con mayor rapidez algunas características de acusado carácter experimental, provenientes de lo que ha venido a denominarse postmodernismo como etiqueta para describir las tendencias de la cultura en las sociedades postindustriales.[17]

María Teresa Orozco (1996) en el mismo sentido, conceptualiza.

En el libro-álbum se funden las aportaciones semióticas de la nueva cultura visual, dando lugar a una polifonía de significados. El álbum es un tipo de literatura heterodoxa (…) Las palabras, las imágenes, el formato, los colores, la tipografía y en general lo que Genette denomina los paratextos determinan la lectura del texto.[18]

En el recorrido que realizamos, a partir del corpus elegido, encontramos una manifiesta dificultad para definir el género del libro álbum. Estas dificultades creemos que se deben al forzamiento que se realiza para encorsetar el libro álbum en los géneros literarios. Así, las definiciones de género a la que recurren estos autores refieren a características de la literatura. A los que ya mencionamos, se le pueden sumar otras definiciones que recorren caminos similares, como la de subgénero complejo, vinculada a la denominada literatura posmoderna (Laura Guerrero Guadarrama, 2005) o la de Cecila Bajour (2017)

Dejo de lado la denominación de género para categorizar a los libros álbum y prefiero considerarlos como parte de un macrogénero, que abarca diversos géneros y subgéneros ya que, por ejemplo, es posible que un libro álbum incluya un relato maravilloso y en otro se narre, siguiendo ciertas marcas del género policial. (…) a esto se suma la hibridación con diversos géneros discursivos no literarios, poniendo así en discusión los limites genéricos cada vez más maleables, sobre todo en literatura infantil experimental.[19]

La conclusión de Teresa Orozco López nos invita a continuar con el análisis de géneros.

Una categoría de libros difícil de definir y que excede los límites de un género, una moda, o de edades para convertirse en una forma de arte y una manera diferente de leer y ser leído. (…) Se puede poner en debate si el libro-álbum es literatura infantil. Quizás no sea específicamente literatura, tal vez sea un género “otro”. Ni el texto ni la ilustración funcionan solos. Hay una secuenciación que tampoco es la del libro para niños. Hay una serie de códigos que son muy específicos del libro-álbum: cosas dichas en el diseño editorial, en la tipografía, en el uso del espacio. Puede que sea un género diferente o ¿acaso el cine es literatura por utilizar un guion cinematográfico?[20]

Notas sobre rasgos del género

El análisis precedente, en relación con el surgimiento y la trayectoria contemporánea del libro álbum, quiere dar cuenta de la historicidad del género, trazar un brevísimo “recorrido de la vida social del género”, al decir de Bajtín, de características de su funcionamiento como “correas de transmisión entra la historia de la sociedad y la historia de la lengua.”[21]Los cambios históricos están ligados a los cambios de géneros; en la observación metacrítica, se evidencia el sostenido interés por analizar las transformaciones en las formas de lectura de los libros álbum, en los que la organización de lo icónico y lo textual está ligada a la materialidad del soporte. Sin embargo, no hemos encontrado el análisis de la problemática del género con el grado de sistematización de la teoría de los géneros. Resulta interesante, por tanto, ahondar en un análisis sobre el discurso del objeto, para profundizar sobre los rasgos retóricos, temáticos y enunciativos del género.

            La singularidad del género se manifiesta con claridad desde los rasgos retóricos. Nuestra hipótesis es que el libro, en tanto medio y dispositivo, es lo que cobra protagonismo. De allí las dificultades para clasificarlo en el género, ya que la crítica tradicional aborda la clasificación de los libros de ficción desde los géneros literarios, esto es, el libro como dispositivo de la literatura. El libro álbum viene a jaquear esta posición, ya no es el campo literario el que lo clasifica. Desde el campo editorial emerge la construcción de un nuevo género, que integra modos de lecturas que devienen en la contemporaneidad, que propone una mediatización diferente, un género editorial, no literario. 

            Fanuel Hanán Díaz (2007) titula su libro, Leer y mirar el libro álbum: ¿un género en construcción?, y en el recorrido, al igual que los autores que citamos con antelación, prosigue con el análisis de la innovadora lectura que propone el libro álbum, a partir de la trama que construye en su interacción de lenguajes, y cuando refiere al género, la indeterminación lo conduce a la clasificación del género como híbrido. Pero resulta interesante que señala rasgos que definen el género, como género editorial:

Otro factor importante para la definición del libro álbum está relacionado con el surgimiento de la industria editorial, más especializada y profesional de lo que era antes. La diversidad de formatos, papeles, técnicas y acabados involucrar una serie de decisiones. El libro álbum es un genuino producto editorial, ya que cada propuesta es el resultado de una cadena de decisiones importantes que disponen una serie de significantes para que un lector pueda construir significados.[22] (Hanán Diaz, 2007 : 107)

Este es un ejemplo de cómo los análisis quedaron ahogados en la mirada tradicional sobre los libros destinados al público infantil; de allí que la tematización sobre los nuevos modos de leer sea el tópico recurrente en las producciones teóricas. Y, aún reconociendo la singularidad del libro como objeto y el reconocimiento del libro álbum como “un genuino producto editorial”, no avanza en el análisis del género fuera del campo literario. En este sentido, también Valeria Sardi (2013) continúa en la línea de análisis de Hanán Díaz que manifiesta la importancia del objeto libro pero sin detenerse en ello, continúa analizando los modos de lectura que habilita:

El libro álbum se piensa, además, como un género en construcción porque si bien es un producto cultural, en el que se piensa hasta el último detalle y en el que se entraman las decisiones de escritores, ilustradores, editores y diseñadores, aún no se ha dicho todo sobre la relación entre imagen y texto, aún queda mucho por experimentar y por probar en términos visuales, aún se pueden tomar prestadas tecnologías visuales y estéticas provenientes de otros formatos visuales.[23](Sardi, 2013)

Las disertaciones sobre los cambios en los modos de leer en la contemporaneidad han cooptado el análisis del libro álbum y no hemos encontrado producciones teóricas que investiguen el dispositivo que produce sentidos. Si bien, habrá mucho por delante en relación con la cultura visual, el libro álbum contemporáneo tiene un recorrido en la historia de la cultura y se constituye en una herramienta de comunicación, lo que nos invita a reconocerlo como género editorial.

En la clasificación de libros desde el género editorial, encontramos el primer antecedente, en el artículo de Carolina Tossi (2018):

Caracterizamos al libro álbum y al libro de divulgación científica para niños en tanto géneros editoriales, cimentados a partir de la composición y reconstrucción de diversos géneros y discursos. (…) no podemos soslayar que los discursos que nos ocupan se producen en el campo editorial mediante operaciones de “puesta en libro” (Chartier, 1993)[24], que los determinan como “géneros editoriales” (Chartier, 2000). De ahí que sea necesario abordar este tipo de discursos no solo a partir de un enfoque enunciativo, como el ya mencionado (Bajtín, 1982 y Maingueneau, 1999), sino también desde los estudios de la edición y la cultura escrita (Chartier, 1993 y 2000). (…) Los nombres mismos de los géneros aluden a su soporte (libro): libro álbum.[25]

Cabe señalar que desde el campo editorial se le otorgó el nombre, en los países hispanoparlantes de América se lo denomina libro álbum, en España álbum ilustrado, y en lengua inglesa picture book. La denominación de álbum remite a las imágenes, en una amplia variedad. Los álbumes de fotos, catálogos de imágenes, álbum de artistas, álbumes de figuritas y entonces la posibilidad de la intervención, de completar el álbum, completar el sentido. La etimología de la palabra deviene del latín álbum: forma y albus: blanco. Libro en blanco, para coleccionar en él autógrafos, acuarelas; o libro en blanco de hojas dobles para enmarcar sellos, retratos, fotografías, grabados (Alonso, 1947). A lo largo del tiempo y las variaciones, las huellas del álbum remiten a las imágenes y a la intervención activa sobre el libro, es la marca de un libro que no se cierra y de este modo evoca una de las características de los libros álbum, en la referencia a ese lector activo.

Se puede sintetizar que el libro como medio establece una comunicación en su género álbum, desde la conformación que articula su soporte material, el formato, las hojas, el papel, con una técnica y una gestión de contacto singular, que conjuga un dispositivo libro, con un dispositivo juguete y objeto de arte. Estas características colaboran para el análisis del género, como género editorial.

El libro fue el “lugar privilegiado de la mediatización”, en el caso de los libros de ficción, de la literatura. Surgen condiciones enunciativas no lingüísticas desde la aparición del libro álbum que invitan a estudiar nuevas características en las mediatizaciones. El cambio de perspectiva habilita a reflexionar al medio libro, como un emplazamiento de las problemáticas contemporáneas. La dimensión lúdica manifiesta rasgos de contemporaneidad, la búsqueda de la sorpresa, la falta de jerarquía que determine por dónde comenzar a definir el objeto, la articulación entre lenguajes que conforman una narración abierta, que no clausura el sentido y que no responde a un único sentido. Se convoca a la percepción sensorial del objeto desde la cultura visual contemporánea. Se proponen una manipulación en la que el libro debe ser descubierto e interpela a deducir sus múltiples formas de ser leído. Emerge un enunciatario que disfruta del objeto, y no solamente del saber que construye desde su discurso, que puede lanzarse al juego estético, gozar, disfrutar, asombrarse y jugar. El desborde narrativo al que refiere Díaz Armas, emerge en los rasgos retóricos. El “manual de instrucciones” que acompaña a la tradición editorial queda derogado en la producción de estos objetos. La narratividad se conforma en toda la dimensión del objeto, a partir del quiebre de la regularidad de las convenciones tradicionales: tapas, guardas, índices, prólogos, función de la ilustración, sentidos de lectura; se construye un dispositivo que se habilita como juguete y como objeto de arte contemporáneo; para ser interpretado y descubierto en los múltiples sentidos que propone.

 La posibilidad de que sus rasgos retóricos, en tanto álbum, lo constituya también en dispositivo objeto de arte,[26]puede reconocerse también en la circulación. La crítica da cuenta de la preferencia de los adultos por el género, así como las librerías, ferias y lugares de circulación de los libros en los que se evidencia el consumo de los adultos.[27] Los críticos, que han escrito largamente sobre la multiplicidad de desafíos a los que invita en su lectura, hacen referencia a que no es fácil adoptar los criterios usuales de clasificación por edades. La enunciación no se circunscribe a la infancia. Se devela una polisemia a partir del juego entre los lenguajes y el cuidado en la producción material del objeto que hace emerger un enunciatario inteligente, sofisticado y atento, que cuenta con las habilidades para la comprensión de lecturas múltiples. Este enunciatario no queda limitado a la concepción moderna del niño que, en tanto niño solo debe aprender, sino que construye un enunciatario sensible y curioso, que puede disfrutar, jugar y al que le es permitido y al que le es destinada la posibilidad del goce estético. El género libro álbum esta imbricado en la contemporaneidad también desde la concepción de infancia que posibilita.

Estas características vinculadas a la concepción de infancia se relacionan también con el tema del género. Si bien, “las descripciones de género articulan con mayor nitidez rasgos temáticos y retóricos, sobre la base de regularidades enunciativas.”[28]Desde los rasgos temáticos encontramos emergentes de las problemáticas actuales vinculadas a las producciones culturales destinadas a la infancia. El tema, que da cuenta del género destinado a los niños, se enmarca en la transmisión del saber. Sin embargo, en los diferentes mecanismos puestos en juego para la transmisión del saber, en relación con la construcción de sentidos, en la historia de los libros para niños, se percibe un movimiento, un corrimiento en los abordajes tradicionales. El aporte de Lotman (1996 : 37) en su definición de semiósfera puede colaborar en el análisis de las transformaciones que emergen:

El conjunto de las formaciones semióticas precede de forma funcional al lenguaje particular. Se puede encontrar un mecanismo de semejanza-diferencia. (…) no nos interesa la propiedad que tiene el palíndromo de conservar el sentido de la palabra o grupo de palabras cuando son leídas tanto en una dirección como en la contraria, sino cómo cambian en ese caso los mecanismos de formación del texto y, por consiguiente, de la conciencia.[29]

El tema, conserva el núcleo de la construcción del saber y a su vez posee fragmentos, textos aislados que dan cuenta de la época y se interconectan de forma dinámica con la contemporaneidad. Considerando los estudios de Roger Chartier (1993) sobre la historia del libro y de la cultura impresa, los textos encarnan el saber de los letrados; a partir de la imprenta, los libros conforman la práctica dominante para aprender conocimiento y saberes. El “verdadero saber” ha encarnado su transmisión en los libros. Todo el saber está en los libros, si sabes leer puedes volverte sabio. Esta dimensión, del saber en el leer, ha sido nuclear en la edición de libros en general y en los destinados a los niños en particular. El ingreso al mundo de la alfabetización alumbra al niño en su camino al saber.

El tema, en los libros infantiles en la modernidad, no se autonomizó de la correlación entre el aprendizaje a leer y el leer como condición del conocimiento. Este diálogo entre leer como condición de acceso a conocimiento, la lectura de palabras como acceso al conocimiento, y la lectura de imágenes y palabras como acceso al juego y goce estético, es la tensión que pone de manifiesto la condición del género libro álbum en tanto práctica social. Denota los rasgos contemporáneos que funcionan como catalizadores y conservan el núcleo de la construcción del saber, que en la actualidad requiere también del aprendizaje sofisticado de la cultura de la imagen. Podemos trazar una línea entre la alfabetización lingüística y la alfabetización cultural, con su fuerte impronta de lenguajes visuales, que en la actualidad requieren los niños en su desarrollo como integrantes de la cultura. Por tanto, hoy día en la transmisión del saber que tematizan los libros destinados a la infancia, la inclusión de la alfabetización visual, así como la posibilidad que otorga la riqueza del género en incentivar la creatividad, a partir del lector activo, da cuenta de algunas posibles resignificaciones contemporáneas a la temática.

Se mantiene una cierta estabilidad con relación al mundo de los libros para niños y se evidencian variaciones de sentido que generan imprevisibilidad. Leer y escribir desplaza la frontera de lo lingüístico. El saber leer es la práctica dominante que encuentra también en las imágenes un acceso que ya no es unívoco para el conocimiento. Se pivotea en una zona que construye interior y exterior, que procesa y mantiene espacios particulares, adaptativamente.

A lo largo del texto, recorrimos algunos de los mecanismos puestos en juego que posibilitan en el libro álbum la construcción de diferentes efectos de sentidos. El género, se manifiesta como una práctica cultural que habilita, en un medio tradicional revestido de solemnidad, la sorpresa, el asombro, el descubrimiento de la dimensión de juego y el disfrute. Emerge una enunciación compleja y elegante que sorprende en su polisemia, en la que el enunciatario no queda circunscripto a una edad, ni a un lenguaje. La enunciación invita a recrear sentidos y establece una conversación. Esta invitación denota singularidad. Este rasgo también devela un componente contemporáneo, ya que no construye una enunciación para todos, todos los niños o todos los maestros o todos los mediadores; sino que, el efecto de sentido que construye la invitación singulariza al enunciatario. Se singulariza también en la invitación a recrear los sentidos, en la organización de su materialidad significante, que no concluye en la transmisión de una intención unívoca. El momento blanco del álbum, le otorga un efecto de sentido singular, consolida un enunciatario siempre único. Se aleja de la masificación moderna de narraciones con explícitas moralejas destinadas a las masas.

El libro se enriquece como medio también desde la gestión de contacto que propicia como dispositivo y habilita su apropiación creativa. La enunciación potencia al enunciatario, le otorga el poder para recrear la manipulación del dispositivo, y el saber para reconocer los modos de leer.

Conclusión

La época actual se puede reconocer en el género editorial del libro álbum. La infancia actual se puede alfabetizar desde el género editorial libro álbum. Recorrimos estas notas para reflexionar sobre aspectos de la historia cultural y social que le dan el contexto al género. La vacancia que encontramos respecto de estudios desde la teoría de los géneros cobraba mayor dimensión a partir de las profusas publicaciones de estudios sobre el libro álbum. Los rasgos contemporáneos que emergen en libro álbum fueron muy analizados por la crítica. Liberar al libro, en tanto medio y dispositivo, del corset de la teoría literaria, le agregó artisticidad al objeto, lo conformó también como un producto de la cultura visual que seduce como consumo cultural artístico, y contribuyó a encontrar claridad en su especificidad como género editorial. La posibilidad de la emergencia de géneros editoriales es también otro de los rasgos de la contemporaneidad. La profesionalización de editores, ilustradores y técnicas de impresión, así como, la proliferación de editoriales independientes,[30] son una circunstancia histórica reciente, tanto como el auge del diseño en todos sus soportes, los procesos de artificación y de mayor circulación de objetos vinculados al consumo artístico.

El libro como medio inaugura posibles nuevas lecturas.

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Betina Cositorto. Maestría en Difusión y Crítica de las Artes. U.N.A. (2016/Tesis en elaboración)

Lic. en Ciencia Política. (UBA 1996) Prof. Nacional de Danzas (1989). Trabaja para el desarrollo integral de la primera infancia. Es directora de editorial Nazhira, sello que creó en el 2001, que publica obras dedicadas a la educación para la primera infancia y la literatura infantil.  Es presidenta del Comité de la Feria del Libro Infantil y Juvenil, organizada por la Fundación El Libro (2014-), coordina la comisión infantojuvenil de la Cámara Argentina del Libro y es consejera de la Cámara Argentina del Libro (2017-).

Preside el jurado de los premios Pregonero (2016-).

Para citar este artículo: Cositorto, Betina (2019). “El problema del género en el libro álbum”. RELEED. Revista Latinoamericana de Estudios Editoriales, núm. 1. Buenos Aires: Red de Estudios Editoriales (Universidad de Buenos Aires).


[1] Publicado en 1975 y prohibido por la dictadura militarunos meses después de aparecer, fue editado por el Centro Editor de América Latina.

[2] Especialista en LIJ, directora editorial de editorial Pequeño Editor.

[3] http://www.lanacion.com.ar/2040359-grandes-libros-para-pequenos-lectores

[4] http://www.lanacion.com.ar/2040359-grandes-libros-para-pequenos-lectores

[5] Blog. Donde viven los monstruos. Consultado el 10 febrero de 2018 http://viven1.rssing.com/chan-7898358/all_p25.html

[6] Jorge Morla, 2015. Un nuevo mundo ilustrado. Ni novela gráfica ni libro infantil: el álbum se abre paso en el mercado con cuidadas ediciones que reivindican el arte de los ilustradores. Diario El País. España. Consultado el 11 de marzo de 2018 en: https://elpais.com/cultura/2015/07/31/babelia/1438341101_310058.html

[7] Istvansch Schritter (Madrid, 1968). Ilustrador, diseñador y escritor. Vive en Buenos Aires.

[8] Esta práctica no se extiende a todo el trabajo del ilustrador, sobre todo en los manuales escolares, que sigue siendo una de las ediciones de libros que más requieren del trabajo del ilustrador.

[9] Compartimos la presunción que en pocos años, la figura del diseñador también se seguirá construyendo en el camino autoral. La relevancia del diseño en la lectura del libro como objeto, fortalece esta construcción de autor, que esta siendo cada vez más legitimada por concursos internacionales que premian libros por su diseño gráfico.

[10]Ilustrador inglés a quién se le atribuye la invención del género libro álbum. En su honor lleva el nombre la medalla Caldecott, premio concedido anualmente por la American Library Association, al ilustrado más destacado de libros estadounidenses para niños, publicado en el año. al ilustrador más destacado de libros ilustrados estadounidense para niños, publicado en el año. 

[11] Ellin Greene, Los libros-álbum de Randolph Caldecott: la invención de un género, pág. 13, en El libro-álbum, invención y evolución de un género para niños.

[12] Teresa Durán (2000) “¿Qué es un álbum?”, en ¡Hay que ver! Una aproximación al álbum ilustrado Salamanca: Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

[13] Raquel Franco (2015) Libro álbum, de su creación a su comercialización. Encuentros franco argentinos, Buenos Aires: Alianza Francesa.

[14] http://romanba1.blogspot.com.ar/2016/11/francia-espana-y-viceversa-una.html

[15] Díaz Armas, Jesús. El contrato de lectura en el álbum: paratextos y desbordamientos narrativo. pág. 33

[16] Díaz Armas, op. cit. pág. 39

[17] Teresa Colomer. El álbum y el texto en Configuraciones narrativas. pág. 13

[18] María Teresa Orozco, El libro álbum: definición y peculiaridades, Universidad de Guadalajara, 2006.

[19] Cecilia Bajour, 2017. La orfebrería del silencio, 2017, pág. 11-12.

[20] María Teresa Orozco López, op.cit.

[21] Bajtín, Mijail. El problema de los géneros discursivos, en Estética de la creaciíon verbal, 2011.

[22] Fanuel, Hanán Díaz. Leer y mirar el libro álbum, 2007, pág. 107

[23] Valeria Sardi,  “Estéticas para la infancia. El libro álbum como género de ruptura.” En Boletín de Arte, 2013.

[24] En contraposición a la “puesta en texto” a cargo del autor (Chartier, 1993).

[25] En Tosi, C. (en prensa). “Ventanas abiertas a la identidad. Un análisis sobre el tratamiento de algunos temas tabúes en géneros con destinatario infantil”. En Fernández Ulloa, T. (comp). Estudios sobre la identidad. Bakersfield, 2018.

[26] Cabe aclarar, que no nos referimos al tema, “libro sobre arte”, sino a las características del dispositivo como libro y como objeto de arte.

[27] Cabe aclarar, que en términos de consumo de libros infantiles, hay mediciones sobre las ventas, pero es el adulto el que mediatiza la compra del libro. 

[28] Oscar Steimberg. Proposiciones sobre el género, 1998, pág. 43

[29] Iuri, Lotman, La semiosfera,1996, pág. 37

[30] Cabe destacar, que las llamadas editoriales independientes, en oposición a los sellos que se fueron concentrando en los grandes grupos editoriales internacionales, son las que iniciaron y sostienen la edición de los libros álbum. Muy tardíamente, las grandes casas editoras están comenzando a editarlos.